Sunday, December 13, 2009

Nieve


El invierno canadiense estaba lleno de mitos. Ya había hecho mucho frio pero los canadienses insistian en que no es invierno hasta que no nieva. ¿Estarían exagerando? ¿Sería tanto más frío el invierno en Canada que -10 grados? Finalmente, llegó la nieve. Desde el lunes (o el domingo a la madrugada para ser estrictos) hasta el viernes nevó sin parar en Waterloo. Y, efectivamente, cambió todo.

Ya el mismo lunes con las primeras luces del día, luego de la nieve que había caido durante la noche, la ciudad estaba totalmente cubierta de nieve. Todo se veía bajo un manto blanco. Muy blanco. Blanquísimo. Jaime Ross dice que lo más blanco que hay es la primera vez que vio nieve. Yo ya había visto nieve antes. Debería decir que para mi lo más blanco que hay es la primera vez que vi una ciudad cubrirse de nieve. La nieve nueva es impresionantemente blanca. La ciudad que yo veía desde la ventana no era la misma ese lunes. Todo se igualaba cubierto de blanco.

Los terrenos baldíos de Waterloo que no me gustaron a mi llegada. Los edificios y las casas. Todas las veredas por las que no muchos caminan. Las calles por donde circula una sorprendente cantidad de autos para lo pequeño que es este pueblo. Los enormes estacionamientos vacíos por las noches. Los coches estacionados. Las escaleras de incendio en las paredes laterales. Los árboles. La inmensidad del parque. La universidad. Los faroles. Los carteles con los nombres de las calles. Los tachos de basura. Los jardines al frente de las casas. Lo que me gusta, lo que me me remite a la belleza. Lo que no me gusta, lo que me remite a fealdad. Lo que me resulta extraño. Lo que me resulta familiar. Todo. Todo. Ese lunes a la mañana todo estaba cubierto de nieve.

No podría decir qué es pero hay algo que extrema las sensibilidades cuando cae la nieve. Quizás sea esa capacidad para cambiar totalmente el paisaje visual. O tal vez sea la forma en la que todo se iguala pintado de blanco. Está también ese modo tranquilo que tiene la nieve de caer, sin ningún apuro por llegar al suelo, como suspendida en el aire, casi queriendo desafiar las leyes de la gravedad. Puede ser que sea todo esto junto. Pero la nieve deja una sensación de irrealidad, de cuento, de magia.

Claro, esa ficción se vuelve, también, indudablemente real. Porque la nieve, no solamente se cuela en nuestra sensibilidad sino también y muy fuertemente en nuestra vida cotidiana. La nieve, mientras cae, no es más incómoda que la lluvia. Al contrario. Si bien es mucho más fría y lastima un poco los ojos y la cara, se sacude fácilmente de la ropa. La diferencia mayor entre estas formas de precipitación consiste en la mayor facilidad que tiene la nieve para acumularse. Ese manto blanco, liso y puro que uno ve desde lo lejos es una gran dificultad a la hora de desplazarse por la ciudad. Los coches no pueden circular por las calles si no pasa la máquina antes barriendo la nieve. Los peatones debemos estar muy bien equipados en cuanto a calzado: es imposible caminar sin unas buenas botas impermeables. Aún contando con zapatos adaptados para la nieve, resulta extremadamente cansador caminar cuando en cada paso el pie se hunde completamente en la nieve. Por eso, también los peatones vamos eligiendo los senderos que las máquinas (las de las veredas, que son más pequeñas que las de las calles) han ido abriendo para los peatones.

Después de haber vivido un tiempo en Waterloo me había adaptado con bastante gusto a escapar del rígido esquema mental al que estamos sometidos quienes vivimos muchos años en una ciudad moderna con un trazado de damero bastante consistente. Disfrutaba de la posibilidad que da una pequeña ciudad -cuyas manzanas no están completamente edificadas y que en el medio tiene un grande y hermoso parque- de elegir el sendero entre una variedad de posibilidades en vez de seguir siempre caminos adaptados a calles perpendiculares entre sí. Esa libertad se ve extremadamente restringida cuando estamos obligados a elegir entre los pocos caminos que han sido abiertos por alguna de las máquinas.


Caminando con facilidad, con dificultad, con ganas, con entusiasmo, con resignación, con libertad, siguiendo el camino ya trazado o inventandolo, el año va terminando. Mientras en Buenos Aires llueve y llueve como pasa siempre los últimos días de la primavera antes de que el verano termine de instalarse; aquí, en el Norte, las precipitaciones toman otra forma. Una forma totalmente diferente y novedosa para mi. Y brinda un escenario muy natural para las fiestas de navidad y año nuevo. Sumemosnos a las expectativas de renovación. Miremos las páginas de las agendas del 2010 que hoy están esperando nuestros proyectos teñidas de ese color tan puro que ilumina el fin de año. Blanquísimas. Como lo más blanco que hay.

Monday, October 12, 2009

Costumbres (norte)americanas.

Este Lunes es feriado en el Sur de Sudamérica y en el Norte de Norteamérica. Todos festejamos que hoy conocemos menos las tradiciones ancestrales de américa y más las costumbres europeas. Con sus particularidades, en ambos extremos del continente se repiten discursos repletos de bellas palabras que construyen una historia americana desde la visión europea y que silencia la matanza que implicó imponerla por estas tierras.

En Argentina el predominio de la visión europea se recrea repitiendo incansablemente que ´Colón descubrió América´. En Norteamérica el silencio del genocidio es ayudado por una pintoresca leyenda. Se dice que un grupo de colonos desembarcó al norte del actual territorio estadounidense y el invierno los sorprendió desprevenidos y sin provisiones. La mitad de ellos murieron debido a las bajas temperaturas, pero la otra mitad logró sobrevivir gracias a la ayuda de un grupo de nativos que compartió sus víveres. El final feliz de la leyenda nos muestra a los colonos, luego del invierno, enseñando técnicas de cultivo desconocidas por los nativos y luego compartiendo la cosecha, en señal de agradecimiento con aquel grupo de americanos. Es la leyenda de un feliz encuentro de dos mundos sin matanzas extendidas por varios siglos.

Con todo, además de su función histórica -o de colaborar con la impostura de visiones históricas-, el Thanksgiving day es también una advertencia del clima duro que se avecina en esta región boreal del continente. Y ahí ya las similitudes se pierden y resaltan las diferencias. Mientras en el hemisferio Sur hoy las pasiones florecen con la estación del amor, en Norteamérica nos preparamos para el crudo invierno. Hasta al interior de Norteamérica resaltan las diferencias. En Canadá, las gracias por el verano -que ya claramente terminó- las estamos dando ahora mientras el invierno empieza a mostrar de qué es capaz. En Estados Unidos, en cambio, agradecen hacia fines de Noviembre pues aún les dura el clima templado.

Anyway, como a todos nos gusta endulzarnos los oídos con bellas leyendas más que con horribles matanzas, el Jueves fui con un grupo de matemáticos al club universitario -comedor, que le decimos en Argentina- a cargarme de calorías con la prometedora comida de acción de gracias que ofrecían por adelantado durante los dos últimos días hábiles previos a la tan mentada fecha. La comida no fue gran cosa, y queda sembrada la duda si fue por la mediocre mano de este cocinero que maneja un presupuesto estudiantil -como dijeron algunos que compartieron mi almuerzo del Jueves- o la mediocridad radica en el plato en sí (para algún hegeliano trasnochado también está la posibilidad de un plato para sí pero por ahora prima la sensatez por sobre las pretensiones filosóficas y asumimos que un pavo muerto y cocinado, por más que lo cubramos con salsa de arándanos y leyendas sajonas, sigue siendo un pavo y no le caben las disyuntivas de los sujetos).

No habiendo sido cautivado por la comida, decidí renovar el mito de la leyenda yendo a comprobar, un sábado más, lo eficaces de las técnicas de cultivo canadienses. Efectivamente los campesinos locales son tan eficientes que no más al entrar al farmers market las inmensas calabazas me hicieron recordar otra festividad característica Norteamerciana que ha querido ser impuesta en las australes latitudes durante los últimos años. Guardo Halloween para un posible próximo relato, pero me limito hoy a decir que el tamaño y las formas de esos zapallos que crecen aquí en esta época del año son realmente inspiradoras de una festividad de miedo y horror.

Este texto cierra, como la cena de acción de gracias, con un pumpkin pie, que no admite traducción ya que la tarta de calabaza es una entrada, es salada y no está coronada con crema chantilly, como este postre característico del thanksgiving day hecho de las tradicionales, enormes y aterrorizantes calabazas de Haloween.

Tuesday, August 18, 2009

Vancouver. Congreso CMS-SMM.


Cuando un simpático taxista de origen esloveno me dejó el miércoles en el pequeño aeropuerto de Kitchener planeaba llegar a Vancouver antes de las 10 de la noche, cambiando de avión en Calgary, e irme directamente al down town ni bien me instalase en la residencia de la University of British Columbia (UBC). Considerando lo tarde que llegaba a la ciudad, había tratado de preveer en detalle los colectivos que me llevaban del aeropuerto a la UBC y de allí a downtown y marcado ciudadosamente en el mapa donde bajarme. Hasta había averiguado donde estaba el lugar en el aeropuerto en el que vendían boletos de colectivo. Sin embargo, un detalle que no sonsideré -mi avión despegó de Calgary más de tres horas más tarde de lo previsto- frustró mis planes.

Mi visita a Vancouver empezó, entonces, la lluviosa mañana del jueves recorriendo el hermoso campus de la UBC en búsqueda del edificio donde se desarrollaría el congreso y donde también -según indicaba el mapa que me dieron en la recepción de la residencia al momento del check in- había un local de la cadena Tim Hurton, un buen lugar para desayunar. Llegué temprano al edificio, me registré cuando casi no había gente y, mientras desayunaba, fui marcando las charlas a las que asistiría. Comprobé, asombrado, que la inmensa mayoría de los conferencistas y participantes eran mexicanos. Esta mayoría se hizo notar más cuando Tim Hurton se empezó a llenar pero no se oían más que conversaciones en español. ¡Qué pedo güey!

Desilusionado por la disparidad de las pláticas (palabra mexicana para charlas) de análisis y por la falta de seriedad matemática de la primera conferencia plenaria decidí no asistir a la última conferencia plenaria. Al rededor de las 17hs. me encontraba sobre el bus número 17 sin rumbo fijo pero con bastante folletería turística en mi mochila y algunas ideas en mi cabeza que incluían Kistilano, longville Island o downtown. La intensa lluvia no cesaba y me intimidó a bajarme del colectivo cuando vi los hermosos bares de Kistilano, que ameritaban una caminata antes de elegir alguno. En cambio, leí que había un festival de cine queer en el que a las 7 daban una película ítalo-estadounidense. Dado que en el anuncio del festival alertaban sobre la dificultad para conseguir entradas, me dirigí directamente al cine que estaba ubicado en el centro del centro (y recordé que era mi plan original empezar a visitar Vancouver por allí). Mi primer día en Vancouver incluyó una caminata bajo la lluvia por la calle Robson colmada de negocios (especialmente de ropa) mientras esperaba que empiece la película para la que ya había conseguido una de las últimas cinco entradas, conocer la profundísima mirada del director de la película ciao sobre las relaciones humanas (que terminó, auspiciosamente, junto con la lluvia), una visita a la calle Demmat y sus múltiples restaurantes orientales, el atardecen en la playa (sí, en verano aquí atardece después de las 9), un deambular entre las banderas del arcoiris y sus muchachos sonrientes en la calle Davie. Pasadas las 11 decidi que ya había caminado lo suficiente y emprendí, agotado, el viaje hasta la UBC que no es nada corto. Cuando llegué a la residencia, mi roomate Gregor y su amigo Olaf estaban tomando café y me convidaron una taza y una linda conversación que fue en español -pese a que ambos son alemanes- porque viven desde hace más de dos años en Mexico y lo hablan perfectamente.

El viernes la conferencia estuvo mucho más interesante que el día anterior. Me soprendió el conferencista que disertó -ya hablo en mexicano como verán- sobre el Lema fundamentaly mostraba un dominio sobre áreas tan diversas como análisis armónico, geometría algebraica, sistemas dinámicos y EDP. Por la tarde no había sesión de análisis y luego de chequear que tanto las pláticas de EDP como las de probabilidad eran sumamente técnicas y específicas abandoné la UBC. Pese a que me faltaba visitar muchos de los sitios más turísticos de Vancouver como Grandville Island, Waterfront, china town o Stanley Park elegí una zona recomendada por solo una de las varias guías que tenía. La bohemia zona "the road" y sus variados cafés fue un buen lugar para repasar tranquilo mi charla del día siguiente y conocer Vancouver de otro modo. Ya con mi charla repasada una vez más, me tomé el sky train (creo que es la única montaña rusa del mundo que sale lo mismo que un boleto de colectivo) rumbo a china town donde me uní nuevamente a los cientos de turistas que recorríamos los pintorescos canales, sus puentecitos y tratabamos de llevarnos los pececitos de colores en nuestras cámaras de fotos.

El sábado me levanté nervioso y así estuve casi todo el día, supongo que motivado por la plática que debía dar a las 14hs ni en argentino, ni en mexicano, ni en español sino en inglés. Los nervios no tuvieron la gentileza de abandonarme durante mi charla que no me convenció pese a que no creo que muchos lo hayan notado gracias al beamer que siempre te salva en esos momentos porque permite limitarte a leer las transparencias lo cual no te hace muy dinámico ni divertido como expositor pero al menos te mantiene la claridad cuando las palabras no acuden a tu mente. Una canadiense con ascendencia oriental que se acercó a pedirme que le mande el trabajo por e mail me saco el sabor amargo de haber dado una charla en la que había naufragado por momentos.

Ya con el congreso terminado y mi charla superada, me fui a Wreck beach, una playa situada justo frente a la UBC rodeada por un tupidísimo bosque de árboles altísimos que la completa el exótico detalle de que es nudista (y como todo en Canadá, el nudismo también es serio: en una pobladísima playa quienes vestíamos ropa no llegabamos a la decena y éramos todos turistas). Después de caminar bastante por la playa y disfrutar del sol encontré a Olaf y a Gregor que planeaban asistir a una función de teatro de imporvisación por la noche. La única forma de unirme a ellos era con una siesta previa así que los dejé en la playa y emprendí el camino de regreso a la residencia. Pese a que el idioma extraño no me dejó entender la mayoría de los chistes, me reí mucho en el teatro y también me divertí bailando con los alemanes y unas amigas mexicanas que pasaron a buscarlos al término de la función en un antro ubicado, al igual que el teatro, en longville Island. A la una de la mañana me separé del grupo y me fui a un bar de Davie st donde estuve charlando con un Tailandés que vive aquí hace ocho años, recién llegaba de sus vacaciones de Europa y era muy decidido en lo que quería y muy directo para comunicarlo.

El domingo, desayuné tarde en el mercado de longville Island, de allí crucé en Ferry hacia el lado de Stanley park y disfruté de un hermoso día soleado en los variados paisajes del parque. De allí me vine a este cafecito donde escribo estas líneas en servilletas y planifico qué haré esta noche entre las variadas opciones que ofrece esta ciudad, antes de emprender mi regereso mañana temprano en la mañana.

Tuesday, August 11, 2009

Danforth tastes tango

Hola amigas, amigos y familiares queridos/as y extrañadas/os.

Queria saludaros y deciros que os tengo muy presentes a todos vosotros.

Hace ya más de tres meses que ando por aquí y tengo la suerte de que sigo descubriendo cosas. La sensación de realidad se me trastocó mucho. O quizás debería decir de realidades. Es sorprendente como la realidad de Buenos Aires está muy presente (internet colabora con ello) por momentos y por otros lejana. De a ratos no sé qué es más distante para mí, si la realidad canadiense llena de costumbres que sigo sin entender -pero que aún sin entenderlas me descubro adoptandolas- o la realidad argentina en donde me imagino que todo es tan fácil (comprar un chocolate, hablar por telefono, comentar que lo que mata es la humedad, tomar el colectivo, protestar, saber qué hay dentro del paquete que uno ve en las góndolas de los supermercados, todo tan tan tan fácil).

También el mundo, claro, se ve diferente desde aquí. Recuerdo cuando me enojaba cuando alguien decía que la capital de Argentina es Río de Janeiro. Esa reacción me parece natural después de haber conocido gente de países que no conocía en absoluto o que conocía pero solo por identificación con otro (pakistan, por ejemplo). El mundo dejó de ser latinoamérica, norteamérica y Europa occidental porque es altísima la frecuencia con la que me cruzo con gente de Asia (tanto del sudeste, donde todos tienen los ojos como chinos, pero no todos son chinos sino de una variedad enorme de paises, como de la parte más hindú), de Africa (qué pocos países de África conozco!) y de Europa del Este (tan distinta es hoy respecto de la que aprendí en el secundario, que viejo soy!).

Waterloo es un pueblo chico pero muy acogedor. Mucha de la gente que está acá está de paso. O bien porque son estudiantes (de grado o posgrado) o porque tienen una posición temporaria como yo. Casi todos están relacionados con la Universidad. La vida es bastante tranquila, lo cual da mucho tiempo para el trabajo. A mi me cuesta relacionarme solamente con gente laboralmente y, afortunadamente, el tango me ha dado la oportunidad de conocer un grupejo de gente heterogénea e interesante. Entre ellos, la más destacable es Nadia, la organizadora de la milonga de los Viernes en Waterloo. Una ucraniana bastante loca y querible. Este sábado hubo un festival en Toronto llamado tastes of the Danforth, en el que los restaurantes de la calle Danforth sacan stands a la calle y ofrecen sus platos a precios más accesibles que lo que usualmente cobran en sus salones. Parte de ese festival eran dos escenarios (uno en cada extremo de la calle Danforth) y en uno de ellos la milonga palermo organizó un espacio de tango con dos guitarristas, un cantante y dos parejas de bailarines, Nadia y yo una de ellas. Les paso unos videos para que vean:

http://www.youtube.com/watch?v=-EYXEcreZS0&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=M_PfCTlhHho&feature=related
http://www.youtube.com/watch?v=cxof8voBVyY&feature=related

Ahora me toca conocer Canada antes de empezar a dar clases en Septiembre. Mañana me voy a Vancouver al Segundo encuentro conjunto de las sociedades matemáticas canadiense y mexicana. Nunca va a dejar de estresarme dar una charla (sobre todo si es en ingles) perome relaja la idea de pasear por Vancouver. Y luego, un paseito vacacional 100% por la parte francesa.

Thursday, May 7, 2009

Primera visita a Toronto.


Ya habiendo conocido bastante la bucólica ciudad de Kitchener-Waterloo, sus lagos, bosques y caminitos y con algo de nostalgia de gran ciudad, decidi dejar la bici encadenada por un día entero y visitar la ciudad de Toronto. Así fue que, lleno de expectativas, salí de mi casa bien temprano y con un te y un breakfast sandwich en la mano a las 8:30 ya estaba arriba del micro greyhound que me llevaría a Toronto.

A las diez el chofer pego un grito en el que pude entender que, antes de la terminal, haría una parada. La gran ciudad me recibía con una decisión instantánea a tomar y mi instinto de citadino me dijo que estabamos en el microcentro y era mejor lugar para arrancar mi visita que la terminal de greyhound. A los pocos segundos estaba abajo del bus y contemplaba los gigantes edificios en downtown Toronto, muchos de ellos exhibiendo orgullosos la firma a la que pertenecían, la mayoría de ellas branch de bancos. Gente caminando a un ritmo sostenido, calles que se cortan perpendicularmente, vidrieras, taxis me hacían sentir en un universo más conocido que el que me había recibido hasta ahora.

Aunque tenía un vago plan de lo que quería hacer en Toronto y también un mapa, un cartel que ofrecía información turística y free maps me sugirió que visitar ese lugar era una buena forma de empezar mi recorrido por Toronto. Luego de atravesar la puerta que sostenía el cartel y un largo pasillo comprobe que el local de información turistica estaba cerrado pero otro cartel siguió guiando mis aventuras, esta vez el cartel era el de los clasicos muñequitos -varon y mujer- que indican los baños. Así, el cartel y mis necesidades me condujeron a otro pasillo. Al salir del baño, no solo no pude encontrar la puerta por la que había entrado a aquel lugar, sinoque pasé 15 minutos intentando salir a la calle. Recordé, entonces, que Toronto es la ciudad de los túneles. Finalmente, conseguí volver a cielo abierto y, si bien seguía en el microcentro, estaba a unas cuantas cuadras del lugar en el que había empezado mi recorrido.

Caminé unas cuantas cuadras, hasta que el paisaje cambió, los edificios se volvieron más bajos y en vez de bancos había locales de ropa, bares, pequeños restaurantes, librerías y otros negocios raros como uno que ofrecía artículos relacionados con la marihuana (pipas, remeras, semillas, libros, música reggae, boinas y más). Pasé un tiempo apreciando los negocios, en particular los de ropa que era muylinda, muy variada, muy original y muy cara. Mientras veía bermudas, ojotas, musculosas y me paseaba bajo una llovizan finita pero persistente me preguntaba si el clima cambiaría en los próximos días o simplemente los canadienses sienten la temperatura diferente y son capaces de vestir esa ropa con este clima.

Con esa pregunta en la cabeza, la sensación de que ya había visto bastante del diseño de indumentaria canadiense y la certeza de que no compraría nada me dirigía hace china town. Allí, estuve más cerca de vivir la experiencia del consumo en el instante en que la llovizna se volvió más intensa y un chino me quería vender por 16 dólares un paraguas que estaba al lado de un cartel que decía $2.99. Insistió un rato intentando explicarme que no se trataba del mismo paraguas y yo insistí un rato tratando de mostrarle que eran iguales o que para el caso me diera cualquiera que fuera que saliera $2.99. Pero el chino no quería que yo invierta mal mi plata en un paraguas que no me iba a durar, así que seguí mi recorrido sin paraguas y con la billetera tal como había llegado a Toronto. Con la caminata, el barrio chino devino en barrios más pequeños asociados a otras etnias. ASí vi restaurantes y minimercados que ofrecían comida (preparada e ingredientes frescos) japonesa, hindú, griega, latina y creo que nada más. Allí entre a un negocio que tenía en su vidriera grandes letras que formaban la palabra EMPANADAS, pero no eran argentinas, la masa era muy gruesa y seguí mi paseo por Toronto sin gastar plata. Hasta que llegué a little Italy donde, después de haber visto grandes piezas de jamón crudo, quesos de diferentes tipos, aceites de oliva y aceitunas saborizadas de diferentes maneras y otras exquisiteses, me senté en una trattoria a comer pasta, ya cansado de tanta caminata. Rico pan con manteca, ricos ñoquis de papa con salsa rosa, un rato sentado en un lindo ambiente me ayudaron a recuperar fuerzas para seguir caminando la ciudad.

Al salir de la trattoria, me saque las ganas de viajar en tranvía para recorrer las 15 cuadras que separan little Italy del gay village. Cuando baje del tranvía se desató una fuerte tormenta y apareció otro chino (o quizás el mismo) vendiendo paraguas en la calle iguales a los que en el barrio chino salían 2.99 o 16 pero aquí a 3.99 que pagué. Caminé un rato entre banderas de arcoiris y muchachos sonrientes con barbas tan cuidadas como el peinado de los pequeños perros que paseaban hasta que encontré un café que me gustó y me senté a esperar que pase la tormenta. Habiendome provisto de una buena cantidad de revistas que se distribuyen gratuitamente en este bar, me informé sobre la movida gay de la ciudad y justo cuando terminaba de hojear la última revista comprobé que la tormenta había terminado y que faltaba 1 hora para que empiece la película para la cual había sacado entradas por internet. Serenamente caminé hasta el Teatro del Royal Ontario Museum donde daban la película y media hora antes de la función reclamé mi entrada y me senté a esperar. Conocí a dos simpáticas personas, un quebequois de edad madura que me felicitó por mi francés y me contó del viaje que planifica hacer a Argentina para aprender español y Gabriel, un ingeniero agrónomo chileno que vive hace 6 años en Canada, 2 de ellos en Toronto (los dos años desde que abandonó su profesión para dedicarse a programar en una empresa) pero ansía volver a Chile . La película resultó bastante mala, pero la experiencia positiva.

Cuando salí del museo un sol brilante iluminaba Toronto y caminé un rato, ya bastante cansado pero empujado por el positivo cambio de clima. Volví a pasar por el gay village, a ver si tenía un intercambio más interesante que en mi visita previa, pero solo conversé con el muchacho en la barra de un bar que me vendió un te y un sandwich que se llamaba italiano y tenía jamón crudo y muzzarela. Ya casi cenado, me dirigí a la terminal de greyhound a tomar el micro de regreso aKitchener y de ahí a Waterloo. Dormí todo el viaje exhausto de tanto caminar y contento de haber conocido esta ciudad tan linda.

Sunday, April 26, 2009

La llegada



26 de Abril de 2009.

Mi llegada a Canada fue muy buena. En el aeropuerto los poic’ias de migraci’on fueron amables –quiz’as mi impresi’on es generosa, auydada por la comparaci’on obligada con el maltrato que mostraron los estadounidenses en el interrogatorio que me hicieron para autorizarme a pasar unas horas en su aeropuerto- y me otorgaron enseguida mi permiso de trabajo que, me aclararon, vence al año y solamente me permite tener como empleador a la Universidad de Waterloo.

No fue dificil encontrar la oficina que ofrece viajes del aeropuerto de Toronto a la ciudad de Waterloo y pocos minutos despu’es de haber recuperado mi equipaje est’abamos yo, mis dos valijas y mi mochila siguiendo al chofer que me indicaba el camino hacia la combi que nos llevar’ia a Waterloo. Al salir del aeropuerto hice una parada para sacar de la mochila el pullover, la pashmina y la campera.

Cuarenta y cinco minutos despu’es, estaba en la puerta de la casa donde me alquilar’ian una habitaci’on, seg’un hab’ia convenido por internet. Despu’es de haberle pagado al chofer me encontraba con mis pertenencias en la calle a metros de la puerta a la que me dirig’i inmeidatamente y toque el timbre. La sensaci’on de incertidumbre dur’o poco porque rapidamente apareci’o Janet, una mujer simp’atica y charlatana que me mostr’o su casa y mi habitaci’on mientras hablaba mucho m’as de lo que yo pod’ia entender.

Al rato sal’i a caminar por las calles de Waterloo bajo un sol que no dejaba sentir el fr’io que hac’ia. Obtuve una hermosa impresi’on de un buc’olico pueblito de casitas bajas, un parque con lago, patos, pajaritos de colores, ardillas y mapaches. Almorc’e un sandwich americano, recorri el campus, ubique el edificio de matematica y computacion al que ten’ia que ir al dia siguiente y volvi a casa de Janet a dormir, exhausto.

El lunes a las 9:00 me encontr’e con Kathryn –mi nueva jefa- en la Universidad. Me mostr’o mi enorme oficina en la que estoy escribiendo este mensaje, me present’o a alguna gente y me dejo con Lis, la secretaria del departamento que me indic’o una lista de tramites que debo hacer. Hice lo que pude y volvi a almorzar con Kathryn (a las 12:00, puntual). Me propuso que ella me llevar’ia en su auto a ver los departamentos que yo tenia pensado ver por la tarde y luego me invitaba a cenar a su casa. As’i fue que conoc’i a su marido y sus simp’aticas hijas.

As’i va todo. Mucha amabilidad, que no deja de quebrar el caracter fr’io de las relaciones. Ansioso por encontrar un departamento que me ayude a sentirme un poco asentado en esta -todav'ia- extraña ciudad.